Nuestra Señora de la Vocación

1. Origen de la advocación “Ntra. Sra. de la Vocación”

La historia de esta advocación tiene su origen en la Parroquia de San Cristóbal en Majadahonda (Madrid). Al poco de erigirse, el párroco D. Eugenio Fuertes Martínez expresó su deseo de instalar una imagen de la Virgen María con la advocación de “Virgen de la Vocación, tan evangélica y tan operaria”. Consultó a Roma si se admitiría este título y el operario D. Teodoro del Arroyo le indicó que “en Roma no ponían dificultad ninguna con tal de que el propio Obispo no pusiera tampoco reparos”. Así fue, y de este modo se encargó la imagen al escultor Juan Manuel Martín Munuera, de Pozuelo de Alarcón (Madrid). Dicha imagen se encuentra actualmente en la capilla a ella dedicada en la parroquia del Beato Manuel Domingo y Sol de Majadahonda.

En 1981 D. Eugenio es trasladado al Templo de Santa Catalina Mártir de Valencia. A su llegada, pensó dedicar una de las capillas de la girola de la Iglesia al fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, Manuel Domingo y Sol, cuando fuese beatificado. Y otra a la Virgen de la Vocación. Confió la nueva imagen de la Virgen al artista Manuel Biot Rodrigo, de Alboraya (Valencia), pidiéndole que las facciones de la cara fueran más suaves que la primera.

Todo esto se realizó pensando en la visita prevista del papa Juan Pablo II a Valencia. Después de muchas gestiones D. Eugenio logró que esta nueva imagen de Ntra. Sra. de la Vocación presidiera la reunión que el papa mantuvo en el Seminario de Moncada (Valencia) con unos cinco mil sacerdotes que acudieron de toda España. El inolvidable encuentro tuvo lugar el 8 de noviembre de 1982, y estaba previsto que el papa bendijera la imagen, pero no pudo ser. Al conocer los duros acontecimientos por las recientes inundaciones causadas por la rotura de la presa de Tous, Juan Pablo II acortó su presencia en Moncada para visitar las zonas afectadas y consolar a los afectados.

Finalmente, el 10 de febrero de 1983 la imagen quedó instalada en la capilla de la Iglesia de Santa Catalina y fue bendecida el 14 de mayo por el Sr. Arzobispo de Valencia, Monseñor D. Miguel Roca Cabanellas.

Antes de su fallecimiento, tres años después de haberla tallado, el imaginero Manuel Biot pudo realizar dos copias más: una para las Hermanitas de los Pobres de Reus (Tarragona) y otra para el Aspirantado Maestro Ávila de Salamanca. Más tarde se realizaron otras copias, por autores distintos, para los aspirantados de México y Buenos Aires.  

2. Significado de la advocación

La Iglesia reconoce a María como modelo de toda vocación pues respondió con generosidad a la llamada del Padre. Es, además, intercesora y la Iglesia acude a ella para pedir al Padre que haya muchas y santas vocaciones. María también acompaña y cuida las vocaciones de los que, habiendo respondido al Señor, se encomiendan a su maternal vigilancia.

Juan Pablo II en la Jornada de las Vocaciones de 1988 propuso a María como “modelo de todos ‘los llamados’ y mediadora de las vocaciones”. Reproducimos algunos párrafos de su mensaje.

“Cada uno de los llamados, al elevar su mirada a María, encuentra en Ella un modelo perfecto para el conocimiento del designio de Dios; para seguir con decisión al Señor según su voluntad; para aceptar con humildad y gozo los sacrificios que conlleva esta elección de servicio y amor (cf. Lc1, 28-38; Jn19, 25).

La comunidad creyente, al mismo tiempo que cumple su deber en lo que se refiere al cuidado de las vocaciones, ve en María Santísima a Aquella que «con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna» (LG 62) —y por tanto también los dones de las vocaciones— y la invoca como Madre de todas las vocaciones. En efecto, con amor de madre, Ella coopera en la regeneración y formación de los hijos e hijas de la Iglesia. Las palabras que le dijo Jesús desde la cruz: «Mujer, he ahí a tu hijo», y al discípulo: «He ahí a tu Madre» (Jn19, 26-27), son las palabras que determinan el lugar de María en la vida de los discípulos de Cristo y expresan su nueva maternidad espiritual, en el orden de la gracia, porque Ella implora el don del Espíritu Santo, que suscita nuevos hijos de Dios (cf. RM, 44).

Dirijamos, pues, nuestra mirada a María para ver y admirar no sólo a la que, escogida, preanunciada, preparada y llamada, respondió mejor que nadie a la especial vocación de la que Dios la hizo objeto, sino a Aquella que, más que nadie, vela para que el designio de salvación alcance a todos y a cada uno, según la admirable disposición de Dios que a todos llama a colaborar con Él (cf.1 Tim2, 4).

Quisiera que la juventud del mundo entero se acercase más a María. Ella es portadora de un signo indeleble de juventud y belleza que no pasan jamás. Que los jóvenes tengan cada vez más su confianza en Ella y que confíen a Ella la vida que se abre ante ellos.

A María, Madre de la divina gracia, confío las vocaciones. La nueva primavera de vocaciones, su aumento en toda la Iglesia, sea en nuestro tiempo, y en el mundo entero, una prueba especial de su presencia materna en el misterio de Cristo y en el misterio de su Iglesia”.

3. Los rasgos de la imagen

Lo que destaca en la imagen de Ntra. Sra. de la Vocación es, sin duda, el círculo rebajado del seno, entre el corazón y el vientre. De esta forma quiso el artista expresar el vacío interior de uno mismo y de la propia voluntad para aceptar la llamada Dios y responderle con total disponibilidad y generosidad. María manifestó esta disponibilidad que vivió durante toda su vida cuando respondió a Dios diciendo: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra» (Lc 1,38).

Las manos, suavemente tendidas en actitud de entrega y de acogida maternal, expresan que por ellas pasa la gracia de la vocación, y a las manos de María puede acudir confiado el que, después de haber recibido el don de la vocación, necesita un apoyo para ser fiel.

4. Oración

Señora de la Vocación,

sembradora de vocaciones,

medianera de la gracia de la vocación,

modelo perfecto vocacional,

alcánzame la gracia de conocer bien

mi propia vocación,

de descubrir toda su grandeza y hermosura,

y de valorar el don divino de ser llamado.

Ayúdame a conseguir

ese vacío interior de mí mismo

con la entera disponibilidad requerida

para seguir la vocación,

como tú la tuviste.

Señora y Madre de la vocación;

Tú, que cuidas el desarrollo

del Cuerpo de tu Hijo,

que es la Iglesia,

sé sembradora de vocaciones:

despierta en las almas juveniles

la fervorosa acogida a la divina llamada,

y acompaña el desarrollo de toda vocación

con tu cálida protección maternal,

para gozo de la Santa Iglesia y de tu Hijo, Jesús.

Amén.