Duda

Quizás en tu camino de discernimiento vocacional intuyes lo que el Señor te pide, más o menos lo tienes claro. Pero no te atreves a dar el paso. Te sientes inseguro y estás indeciso. Tienes miedo de equivocarte y de las consecuencias que pueda tener un mal paso en tu vida. Pasar por un tiempo de duda es normal. Pero llegará en tiempo en el que tendrás que decidirte.

La buena noticia de la vocación

Te contamos la buena noticia de la vocación con seis frases.

1. Tu vida es un regalo

Respiras. Vives. Esto es innegable. Pero tú no has creado tu vida; te ha sido dada. Tu vida es un regalo que Dios te ha dado. Dios te ha creado y te ha dado la existencia simplemente por amor. Existes porque Dios quiere que existas. Eres su hijo/a. Dios te dice: «Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco» (cf. Mt 3,17). Has nacido vinculado a Dios, con una relación con Él.

Reconocer esta experiencia llenará tu vida de una confianza básica y de un sentimiento de pertenencia, convencido de que no estás solo ni abandonado. No eres fruto del azar, sino que has sido querido, deseado y esperado. Puedes fiarte de Dios.

2. Eres amado sin condiciones

Dios es amor y no sabe hacer otra cosa que amar. Te ama simplemente por lo que eres: su hijo/a. “Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rm 5,8). Efectivamente, Jesús te reconoce como su amigo y por ti ha dado su vida porque “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Convéncete de que nada ni nadie “podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”. (Rm 8,39)

Reconocer esta experiencia te pide una respuesta de amor, porque “amor, con amor se paga”. “Lo que quiere Jesús de cada joven es ante todo su amistad” (CV 250). Eres capaz de amar, de responder al amor de Dios. Eres capaz de ser fiel a este amor que es fiel contigo. El encuentro con Jesús llenará tu vida y tu corazón de alegría (EG 1).

3. Tu vida tiene un sentido

“Nada es fruto de un caos sin sentido, sino que todo puede integrarse en un camino de respuesta al Señor, que tiene un precioso plan para nosotros” (CV 248). Que Dios tenga un sueño para ti significa que ha pensado en ti personalmente; y lo ha hecho a lo grande. Y te propone como meta para tu vida nada menos que la santidad: “Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada” (GE 1). Y esta llamada a la santidad se concreta en tu propia realidad, en tu “aquí y ahora”. “Hay una orientación de mi vida que Él debe indicarme porque es mi Creador, mi alfarero” (CV 256).

“Reconocer para qué estoy hecho, para qué paso por esta tierra, cuál es el proyecto del Señor para mi vida” (CV 256) te permitirá vivir con un sentido y una motivación, de modo que “seré lo que debo ser y seré fiel también a mi propia realidad” (CV 256). Tienes la capacidad de llevar a cabo un proyecto que es más grande que tú. Vivirás con autenticidad de acuerdo con tu propia identidad y esta coherencia te llenará de gozo y alegría.

4. Eres un don de Dios para los demás

Dios te llama “a participar en su obra creadora, prestando nuestro aporte al bien común a partir de las capacidades que recibimos” (CV 253). Dios cuenta contigo y te llama al servicio misionero de los demás. “Nuestra vida en la tierra alcanza su plenitud cuando se convierte en ofrenda”. Dios no te ha creado para que vivas para ti, sino para los demás, especialmente para los que más sufren. Hay gente que te necesita. Eres un don de Dios para ellos. La vida, el amor y la fe que has recibido como regalos son para compartir con ellos. Cuando entiendas que vivir es servir encontrarás el sentido de la vida.

Reconocer esta experiencia te permitirá vivir el gozo del don de sí, porque “hay más dicha en dar que en recibir” (Hch 20,35). Vivirás con alegría sabiendo que eres importante para Dios, que Él cuenta contigo y se quiere servir de ti, que desea que colabores con Él para dar vida a los demás. Descubrirás el gozo de irte configurando más con Cristo “que no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28).

5. Siempre puedes dar más

Lo que tú eres ahora no agota todo tu ser. Es preciso que reconozcas las capacidades que has recibido. Dios ha puesto en ti un gran potencial y ha dejado abierto un camino de crecimiento y superación. “Para cumplir la propia vocación es necesario desarrollarse, hacer brotar y crecer todo lo que uno es. No se trata de inventarse, de crearse a sí mismo, sino de descubrirse a uno mismo a la luz de Dios y hacer florecer el propio ser. […] Tu vocación te orienta a sacar a fuera lo mejor de ti para gloria de Dios y para el bien de los demás” (CV 257).

Reconocer esta experiencia te permitirá disfrutar de tu propio crecimiento personal en un camino que haces junto con otros. Sabrás afrontar los límites, los fracasos y los errores. Y aprenderás de todo ello y verás con gozo cómo tanta gente crece gracias a tu servicio.

6. Eres libre

Todo este proceso sólo se entiende desde la libertad. Dios te ha creado libre y eres libre. La juventud “es la edad de las decisiones y precisamente en esto consiste su atractivo y su mayor cometido” (CV 140). Y sólo se toman las decisiones en libertad. Que no te confundan, Dios “respeta hasta el fondo tu libertad” (CV 113) porque su amor es “un amor de todos los días, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta” (CV 116).

Reconocer esta experiencia te ayudará a vivir tu vida con protagonismo y no como un turista. Te permitiré soñar y luchar para que tus sueños se hagan realidad. Encontrarás el valor para tomar decisiones asumiendo riesgos y superando miedos que paralizan (Cf. CV 143). Vivirás enamorado de la libertad que ofrece Jesús (CV 122).

Una cita bíblica inspiradora

 Al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».

Mateo 14, 30-31

Yo repuse: —¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que solo soy un niño. El Señor me contestó: —No digas que eres un niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte —oráculo del Señor—

Jeremías 1, 6-8

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiega.

Salmo 23, 1-4

Oración a Nuestra Señora de la Vocación

Señora de la Vocación,

sembradora de vocaciones,

medianera de la gracia de la vocación,

modelo perfecto vocacional,

alcánzame la gracia de conocer bien

mi propia vocación,

de descubrir toda su grandeza y hermosura,

y de valorar el don divino de ser llamado.

Ayúdame a conseguir

ese vacío interior de mí mismo

con la entera disponibilidad requerida

para seguir la vocación,

como tú la tuviste.

Señora y Madre de la vocación;

Tú, que cuidas el desarrollo

del Cuerpo de tu Hijo,

que es la Iglesia,

sé sembradora de vocaciones:

despierta en las almas juveniles

la fervorosa acogida a la divina llamada,

y acompaña el desarrollo de toda vocación

con tu cálida protección maternal,

para gozo de la Santa Iglesia y de tu Hijo, Jesús.

Amén.